sábado, 29 de noviembre de 2008

Llegamos a la clase y nos sentamos los cuatro juntos, como hacíamos siempre desde el primer día en el que ingresamos con ilusiones en la Academia. Cada uno adoptó la postura que le caracterizaba, Hanatarô jugueteaba nerviosamente con los pliegues del hakama mientras copiaba, Hayato atendía maravillado, Rikichi soñaba despierto y yo apoyé la cabeza sobre la mano intentando no dormirme. Las clases me aburrían, eso lo sabían todos, pero eso no nos quitaba ni a Hayato ni a mi de ser los mejores de la promoción, al menos de momento. Tan solo pensaba en graduarme cuanto antes mejor, en tener misiones excitantes y luchar codo con codo con mis compañero. Esas eran mis expectativas de futuro inmediato.

La explicación de Yamazaki-sensei versaba sobre los kidô prohibidos, aquellos que soñolo controlaban los shinigamis más expertos, como los oficiales de la división de kidô y posiblemente el capitán general de las trece divisiones.

-Pero...Yamazaki-sensei -interrumpí alzando la mando- Si están prohibidos esos hechizos ¿cómo es que hay gente que los conoce? Podrían usarlos en contra de la propia Sociedad de Almas, no son seguros.

-Una reflexión muy interesante Saeki-san, pero siempre es importante conocer tanto lo bueno como lo malo, el equilibrio es necesario. No hay nada bueno ni nada malo, simplemente un uso incorrecto del poder dado.

La clase cuchicheaba ante las palabras del profesor. Incredulidad en esas mentes jóvenes y en muchos casos inmaduras. Me quedé pensando en esas palabras llenas de razón y sabiduría, cosa que adoraba por alejarme de la monotonía de los días. Era bueno tener algo en lo que pensar.

La clase se dió por terminada. La mayoría de los alumnos salía hablando a voces con sus compañeros de cosas sin importancia. Nosotros cuatro nos reunimos para comer. El tema de la comida de hoy... nuestras posibles divisiones. Nos quedaba ya poco para graduarnos y cada uno soñaba con entrar en una división distinta, con los que posiblemente nos separaríamos. Yo ansiaba entrar en la decimotercera división, bajo las ordenes del capitán Ukitake, al cual la mayoría de estudiantes consideraban un hombre justo y bueno, pero que, debido a su enfermedad, no debería estar al mando de una de las divisiones. Para mí, en cambio, era el modelo a seguir, el que guiaba mis pasos, un poco por debajo de una divinidad.

-¿Quieres dejar de hablar de Renji Abarai, por favor?- a pesar del reproche, Hayato sonreía, ya nos habáimos acostumbrado a esa devoción de nuestro amigo por el posiblemente futuro teniente de la sexta. -En serio, tienes un problema con ese hombre, Rikichi.

-Pe...pero él es el mejor - dijo nuestro amigo levantandose de un brinco, con los ojos brillantes.

-He oido que si consigue el puesto de teniente por fin le hablará a Rukia Kuchiki. ¿No os parece romántico? -añadió Hanatarô.

-No veo el romanticismo por ningún lado, más allá de los rumores de que se criaron juntos, apenas tienen relación.

-Además... Byakuya Kuchiki no lo permitiría, es demasiado estirado para eso.-me levanté y adopté la postura de un noble estirado y posiblemente amargado.- 'Un perro callejero no tiene ningún derecho a nisiquiera mirar un espejo de mi casa, lameme las botas ¡perro!'. En serio, ese pobre chaval no tiene nada que hacer.

-Que maruja te has vuelto, Airi.

-Es el aburrimiento que me hace hacer estas cosas, Hayato.

-En serio, en todos los años que te conozco aún no te he llegado a entender estos cambios tan raros. Es decir, cambias de no decir ni una palabra a escupir veneno. Pobre Renji, si nos oyera.

-Tampoco creo que le importe la opinión de unos estudiantes.

-¿Quereis dejarlo ya? Comamos de una vez que tengo hambre.

-Tú siempre igual Hana.

La comida nos supo a gloria, pero a mi me seguía rondando por la mente la perspectiva de nuestro futuro. Algún día lograría llegar a él.

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